ESCUELA FACILITADORA
La escuela debería ser por excelencia, formadora de lectores, pues es la encargada de instruir al individuo en la lecto-escritura, le provee gran cantidad de textos y por si fuera poco, aprender o enseñar, es el pretexto idóneo para leer.
Cuando la familia no es facilitadora de la lectura, la escuela puede suplir este papel al crear suficientes acercamientos con los textos que despierten en el individuo el gusto por leer. De alguna manera la escuela se vuelve democratizadora de la lectura, pues brinda a todos por igual no sólo la instrucción, sino los textos y las experiencias entorno al acto de leer, puede acotar la brecha entre aquellos que no han tenido ninguna oportunidad de acercarse a la lectura y de aquellos que tienen una amplia experiencia.
La escuela debe crear un ambiente propicio para que el alumno interactúe con los libros, que conozca diversidad de textos, debe tener espacios y tiempos para leer libremente, desarrollar actividades lúdicas en torno a la lectura, así como procurar encuentros con ésta como talleres, teatro, ferias del libro, conferencias y cualquier otra actividad que sirva para promocionar la lectura. De esta forma el alumno se encontrará inmerso en un ambiente donde los libros son útiles, interesantes y tal vez divertidos.
Siguiendo esta premisa, la escuela puede utilizar los mismos recursos para formar lectores que la familia, aunque con una ligera desventaja pues según Sandroni y Machado (citado en los padres y la conducta lectora infantil, 1994) afirman que el niño que toma contacto con el libro por primera vez al entrar en la escuela se acostumbra a asociar la lectura con una situación escolar, principalmente si en su medio familiar no se lee. No obstante, cuando se conoce la experiencia de leer en su plenitud, hay muchas posibilidades de quedar prendidos de ésta.
Así pues, algunas características descritas en las familias facilitadoras como rasgos favorables en la formación de lectores pueden trasladarse a la escuela, estos son: