LOS TEXTOS ESCOLARES COMO FACTOR INHIBIDOR DE LA LECTURA
Poner textos al alcance de los alumnos es una condición necesaria para formar lectores, pero vale la pena cuestionar qué textos y bajo qué condiciones se presentan, pues si bien es cierto que el libro de texto y los materiales que forman parte de las bibliotecas de aula pasan por una escrupulosa selección, esto no quiere decir que sean buenos para todos o que a todos les genere el mismo interés, de ahí la importancia de contar con una variedad de textos, temas y géneros.
Desafortunadamente por diversas circunstancias, los alumnos “deben leer" el mismo libro que el resto de sus compañeros, cuando y como el maestro lo indique, no se les permite que elijan sus propias lecturas de acuerdo a sus intereses, la lectura se les impone y por ello “los alumnos sufren a tal grado las clases de literatura, con libros que no quieren leer, y que nadie les preguntó si les interesaban que más que recordarlos, al final de sus exámenes y de sus reportes de lectura, lo que desean es olvidarlos” (Domingo, 2012)
Además, no sólo hay que leer sino que hay que poner en práctica los conocimientos adquiridos, por lo que los textos se escrudiñan según el propósito que se persigue, es decir, se pide al alumno que indique contexto, desarrollo, clímax, desenlace, argumento, género, corriente literaria, etc. “Se guía al estudiante a un acercamiento que pareciera buscar que este incipiente lector se convierta en un experto analista literario, capaz de desentrañar la estructura del texto y su significado implícito” (Gallardo, 2008, p. 2),pero pasando por alto lo esencial, que aprenda a disfrutar la lectura.
Otro error que se comete en la escuela es pretender que al alumno tenga una amplia cultura literaria y que aprenda a reconocer los “buenos” textos, según dicta el canon, que generlmente se refieren a los clásicos, sin embargo las buenas lecturas suelen apreciarse cuando ya se tiene cierta experiencia en la lectura, es por eso que “esas lecturas deben llegar en la edad y el momento adecuados, pues la mayoría de los clásicos no son fáciles de leer, su lectura requiere un sólido hábito lector, una cierta madurez de pensamiento y capacidad para el análisis” (Cerrillo, 2010, p. 141); capacidades que un estudiante aún no ha desarrollado. Leer los clásicos puede ser contralectura pues están alejados de la experiencia cotidiana, el vocabulario es distinto, así como las normas y principios. Hay textos que por muy bien escritos que estén, pueden resultar lecturas sin sentido para quienes no conocen el contexto o el propósito en que se realizaron.
“Casi siempre los libros de texto se leen sólo por obligación, y por lo mismo leen mal, sin comprenderlos bien, sin que cumplan con su función más importante, que sería abrir nuevos horizontes. Por eso la mayoría de los estudiantes, aunque pasen muchos años en la escuela y consulten o lean muchos libros de texto, finalmente no se convierten en lectores auténticos” (Garrido, 1996)
Así pues el texto escolar obligatorio, cualquiera que éste sea, se convierte en inhibidor de la lectura, por el tratamiento que se le da y las condiciones en que se presenta al alumno, más aun si es su primer y único contacto con la lectura.
LAS INVESTIGACIONES
Algunas investigaciones sobre lectores destacan el rechazo que se tiene por los textos escolares y todo lo que recuerde a las prácticas de lectura utilizadas en la escuela
- Los padres y la conducta lectora infantil
- La lectura en la escuela
- Lecturas precarias: estudio sociológico sobre los poco lectores
- Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura